La resistencia – Ernesto Sabato.

Ernesto Sabato
Ernesto Sabato: «En la bondad se encierran todos los géneros de sabiduría.»

LO PEQUEÑO Y LO GRANDE

«Son muy pocas las horas libres que nos deja el trabajo. Apenas un rápido desayuno que solemos tomar pensando ya en los problemas de la oficina, porque de tal modo nos vivimos como productores que nos estamos volviendo incapaces de detenernos ante una taza de café en las mañanas, o de unos mates compartidos. Y la vuelta a la casa, la hora de reunirnos con los amigos o la familia, o de estar en silencio como la naturaleza a esa misteriosa hora del atardecer que recuerda los cuadros de Millet, ¡tantas veces se nos pierde mirando televisión! Concentrados en algún canal, o haciendo zapping, parece que logramos una belleza o un placer que ya no descubrimos compartiendo un guiso o un vaso de vino o una sopa de caldo humeante que nos vincule a un amigo en una noche cualquiera.

Ahora la humanidad carece de ocios, en buena parte porque nos hemos acostumbrado a medir el tiempo de modo utilitario, en términos de producción. Antes los hombres trabajaban a un nivel más humano, frecuentemente en oficios y artesanías, y mientras lo hacían conversaban entre ellos. Eran más libres que el hombre de hoy que es incapaz de resistirse a la televisión. Ellos podían descansar en las siestas, o jugar a la taba con los amigos. De entonces recuerdo esa frase tan cotidiana en aquellas épocas: “Venga, amigo, vamos a jugar un rato a los naipes, para matar el tiempo, no más”, algo tan inconcebible para nosotros. Momentos en que la gente se reunía a tomar mate, mientras contemplaba el atardecer, sentados en los bancos que las casas solían tener al frente, por el lado de las galerías. Y cuando el sol se hundía en el horizonte, mientras los pájaros terminaban de acomodarse en sus nidos, la tierra hacía un largo silencio y los hombres, ensimismados, parecían preguntarse sobre el sentido de la vida y de la muerte.

Todo niño es un artista que canta, baila, pinta, cuenta historias y construye castillos. Los grandes artistas son personas extrañas que han logrado preservar en el fondo de su alma esa candidez sagrada de la niñez.

El arte es un don que repara el alma de los fracasos y sinsabores. Nos alienta a cumplir la utopía a la que fuimos destinados.

Creo que hay que resistir: éste ha sido mi lema. Pero hoy, cuántas veces me he preguntado cómo encarnar esta palabra. Antes, cuando la vida era menos dura, yo hubiera entendido por resistir un acto heroico, como negarse a seguir embarcado en este tren que nos impulsa a la locura y al infortunio. ¿Se le puede pedir a la gente del vértigo que se rebele? ¿Puede pedirse a los hombres y a las mujeres de mi país que se nieguen a pertenecer a este capitalismo salvaje si ellos mantienen a sus hijos, a sus padres? Si ellos cargan con esa responsabilidad, ¿cómo habrían de abandonar esa vida?

En esta tarea lo primordial es negarse a asfixiar cuanto de vida podamos alumbrar. Defender, como lo han hecho heroicamente los pueblos ocupados, la tradición que nos dice cuánto de sagrado tiene el hombre. No permitir que se nos desperdicie la gracia de los pequeños momentos de libertad que podemos gozar: una mesa compartida con gente que queremos, unas criaturas a las que demos amparo, una caminata entre los árboles, la gratitud de un abrazo. Un acto de arrojo como saltar de una casa en llamas. Estos no son hechos racionales, pero no es importante que lo sean, nos salvaremos por los afectos».

Ernesto Sabato. La resistencia (2000). Seix Barral.

No me pidan razones – José Saramago.

José Saramago, poesía
“Los problemas de Dios no me preocupan. Me preocupan los problemas de los hombres que inventaron un Dios que no hace más que darnos ratos malísimos.»
No me pidan razones.

No me pidan razones, no las tengo,
O daré cuantas quieran: bien sabemos
Que razones son palabras, todas nacen
De las mansas falsedades que aprendemos.

No me pidan razones para entender
La marea rebelde que llena el pecho.
Mal en este mundo, mal con esta ley:
No hice yo la ley ni el mundo acepto.

No me pidan razones, o que las disculpe,
De este modo de amar y destruir:
En la más oscura noche es donde amanece
El color de primavera, el porvenir.

*****

Poema original en portugués:

Não me Peçam Razões

Não me peçam razões, que não as tenho,
Ou darei quantas queiram: bem sabemos
Que razões são palavras, todas nascem
Da mansa hipocrisia que aprendemos.

Não me peçam razões por que se entenda
A força de maré que me enche o peito,
Este estar mal no mundo e nesta lei:
Não fiz a lei e o mundo não aceito.

Não me peçam razões, ou que as desculpe,
Deste modo de amar e destruir:
Quando a noite é de mais é que amanhece
A cor de primavera que há-de vir.

José Saramago (1922–2010). De: «Los poemas posibles” – “En esta esquina del tiempo” 1966. Traducción de Ángel Campos Pámpano. Recogido en «José Saramago – Poesía completa». Ed. Alfaguara – Santillana Ediciones (2005).

Poema de los dones – Jorge Luis Borges.

Borges, poema de los dones
«He sospechado alguna vez que la única cosa sin misterio es la felicidad, porque se justifica por sí sola».
Poema de los dones.

Nadie rebaje a lágrima o reproche
esta declaración de la maestría
de Dios, que con magnífica ironía
me dio a la vez los libros y la noche.

De esta ciudad de libros hizo dueños
a unos ojos sin luz, que sólo pueden
leer en las bibliotecas de los sueños
los insensatos párrafos que ceden

las albas a su afán. En vano el día
les prodiga sus libros infinitos,
arduos como los arduos manuscritos
que perecieron en Alejandría.

De hambre y de sed (narra una historia griega)
muere un rey entre fuentes y jardines;
yo fatigo sin rumbo los confines
de esta alta y honda biblioteca ciega.

Enciclopedias, atlas, el Oriente
y el Occidente, siglos, dinastías,
símbolos, cosmos y cosmogonías
brindan los muros, pero inútilmente.

Lento en mi sombra, la penumbra hueca
exploro con el báculo indeciso,
yo, que me figuraba el Paraíso
bajo la especie de una biblioteca.

Algo, que ciertamente no se nombra
con la palabra azar, rige estas cosas;
otro ya recibió en otras borrosas
tardes los muchos libros y la sombra.

Al errar por las lentas galerías
suelo sentir con vago horror sagrado
que soy el otro, el muerto, que habrá dado
los mismos pasos en los mismos días.

¿Cuál de los dos escribe este poema
de un yo plural y de una sola sombra?
¿Qué importa la palabra que me nombra
si es indiviso y uno el anatema?

Groussac o Borges, miro este querido
mundo que se deforma y que se apaga
en una pálida ceniza vaga
que se parece al sueño y al olvido.

 Jorge Luis Borges.

El Amor y la Muerte – Thoman Mann.

Thomas-Mann
«El escritor es aquel al que escribir le resulta más difícil que a las demás personas.»

—Oh, el amor, ¿sabes…? El cuerpo, el amor, la muerte, esas tres cosas no hacen más que una. Pues el cuerpo es la enfermedad y la voluptuosidad, y es el que hace la muerte; sí, son carnales ambos, el amor y la muerte, ¡y ése es su terror y su enorme sortilegio! Pero la muerte, ¿comprendes?, es, por una parte, una cosa de mala fama, impúdica, que hace enrojecer de vergüenza; y por otra parte es una potencia muy solemne y majestuosa (mucho más alta que la vida risueña que gana dinero y se llena la panza; mucho más venerable que el progreso que fanfarronea por los tiempos) porque es la historia y la nobleza, la piedad y lo eterno, lo sagrado, que hace que nos quitemos el sombrero y marchemos sobre la punta de los pies… De la misma manera, el cuerpo también, y el amor del cuerpo, son un asunto indecente y desagradable, y el cuerpo enrojece y palidece en la superficie por espasmo y vergüenza de sí mismo. ¡Pero también es una gran gloria adorable, imagen milagrosa de la vida orgánica, santa maravilla de la forma y la belleza, y el amor por él, por el cuerpo humano, es también un interés extremadamente humanitario y una potencia más educadora que toda la pedagogía del mundo…! ¡Oh, encantadora belleza orgánica que no se compone de pintura al óleo ni de piedra, sino de materia viva y corruptible, llena del secreto febril y de la podredumbre! ¡Mira la simetría maravillosa del edificio humano, los hombros y las caderas y los senos floridos a ambos lados del pecho, y las costillas alineadas por parejas y el ombligo en el centro, en la blandura del vientre, y el sexo oscuro entre los muslos! Mira los omóplatos, cómo se mueven bajo la piel sedosa de la espalda, y la columna vertebral que desciende hacia la doble lujuria fresca de las nalgas, y las grandes ramas de los vasos y de los nervios que pasan del tronco a las extremidades por las axilas, y como la estructura de los brazos corresponde a la de las piernas. ¡Oh, las dulces regiones de la juntura interior del codo y del tobillo, con su abundancia de delicadezas orgánicas, bajo sus almohadillas de carne! ¡Qué fiesta más inmensa al acariciar esos lugares deliciosos del cuerpo humano! ¡Fiesta para morir luego sin un solo lamento! ¡Sí, Dios mío, déjame sentir el olor de la piel de tu rótula, bajo la cual la ingeniosa cápsula articular segrega su aceite resbaladizo! ¡Déjame tocar devotamente con mi boca la “Arteria femoralis” que late en el fondo del muslo y que se divide, más abajo, en las dos arterias de la tibia! ¡Déjame sentir la exhalación de tus poros y palpar tu vello, imagen humana de agua y de albúmina, destinada a la anatomía de la tumba, y déjame morir con mis labios pegados a los tuyos!

****

—Oh, l’amour, tu sais… Le corps, l’amour, la mort, ces trois ne font qu’un. Car le corps, c’est la maladie et la volupté et c’est lui qui fait la mort; oui, ils sont charnels, tous deux, l’amour et la mort, et voilà leur terreur et leur grande magie! Mais la mort, tu comprends, c’est d’une chose mal famée, impudente, qui fait rougir de honte; et d’autre part c’est une puissance très solennelle et très majestueuse (beaucoup plus haute que la vie riante gagnant de la monnaie et farcissant sa panse; beaucoup plus vénérable que le progrès qui lavarde par le temps), parce qu’elle est l’histoire et la noblesse et la pitié et l’éternel et le sacré qui nous fait tirer le chapeau et marcher sur la pointe des pieds… Or, de même le corps, lui aussi, et l’amour du corps, sont une affaire indécente et fâcheuse et le corps rougit et pâlit à sa surface par frayeur et honte de lui-même. Mais aussi il est une grande gloire adorable, image miraculeuse de la vie organique, sainte merveille de la forme et de la beauté, et l’amour pour lui, pour le corps humain, c’est de même un interêt extrêmement humanitaire et une puissance plus éducative que toute la pédagogie du monde…! Oh, enchantante beauté organique qui ne se compose ni de teinture à l’huile ni de pierre, mais de matière vivante et corruptible, pleine du secret fébrile de la vie et de la pourriture! Regarde la symétrie merveilleuse de l’édifice humain, les épaules et les hanches et les mamelons fleurissants de part et d’autre sur la poitrine, et les côtes arrangées par paires, et le nombril au milieu dans la mollesse du ventre, et le sexe obscur entre les cuisses! Regarde les omoplates se remuer sous la peau soyeuse du dos, et l’échine qui descend vers la luxuriance double et fraîche des fesses et les grandes branches des vases et des nerfs qui passent du tronc aux remeaux par les aisselles, et comme la structure des bras correspond à celle des jambes. Oh, les douces régions de la jointure intérieure au coude et du jarret avec leur abondance de délicatesses organiques sous leurs coussins de chair! Quelle fête immense de les caresser ces endroits délicieux du corps humain! Fête à mourir sans plainte après! Oui, mon Dieu, laisse-moi sentir l’odeur de la peau de ta rotule, sous laquelle l’ingénieuse capsule articulaire sécréte son huile glissante! Laisse-moi toucher dévotement de ma bouche l’arteria femoralis qui bat au front de la cuisse et qui se divise plus bas en les deux artères du tibia! Laisse-moi ressentir l’exhalation de tes pores et tâter ton duvet, image humaine d’eau et d’albumine, destinée pour l’anatomie du tombeau, et laisse-moi périr, més lèvres aux tiennes!

Thoman Mann.

De «La montaña mágica» (Der Zauberberg, 1924). Capítulo V: Noche de Walpurgis. Traducción: Mario Verdaguer. Edhasa.

Cuando leí el libro – Walt Whitman.

Walt Withman
«Los grandes poetas no tienen biografía, tienen destino.»
Cuando leí el libro.

Cuando leí el libro, la célebre biografía,
Me dije: «¿Es ésto entonces lo que el autor llama una vida de hombre?
¿Escribirá alguien así mi vida una vez muerto yo?
Como si algún hombre conociera realmente algo de mi vida,
Cuando de hecho a menudo yo mismo pienso que poco o nada sé de mi vida
Salvo vagas nociones, débiles y difusas imágenes,
Que persigo constantemente para poder exponer aquí».

*****

Poema original en inglés:

When I read the Book

When I read the book, the biography famous,
And is this then (said I) what the author calls a man’s life?
And so will some one when I am dead and gone write my life?
(As if any man really knew aught of my life,
Why even I myself I often think know little or nothing of my real life,
Only a few hints, a few diffused faint clews and indirections
I seek for my own use to trace out here.)

Walt Whitman (1819–1892).  «Hojas de hierba», (Leaves of Grass,  1900)  (*)

Transformación – Boris Pasternak.

Boris Pasternak_
«No amar es casi un homicidio y no tendría fuerzas para inferir tal golpe a nadie.»
Transformación.

Era amigo en un tiempo de los pobres,
No por nobleza alguna de ánimo,
Sino porque la vida sólo entre ellos
Transcurría sin falsedad, sin fastos.

Frecuentaba las casas de los nobles
Y los ambientes refinados;
No obstante, aborrecía a los parásitos
Y amaba la miseria más odiosa.

Y me esforzaba por hacerme amigo
De los que trabajaban como obreros,
De modo que me hacían un honor
Al acogerme entre los harapientos.

Tangible, sin palabras, sustancial,
Firme y robusta era la vida
En la desolación de aquellos sótanos
Y en aquellos altillos sin cortinas.

Y también yo me corrompí
Al tocarme la ruina de la época;
Se hicieron optimistas, bien pensantes,
Y el dolor transformaron en vergüenza.

Para todos aquellos en los cuales confiaba
Desde hace tiempo soy un sospechoso,
Y al hombre lo he perdido desde cuando
Fue perdido por todos.

*****

Poema original en ruso:

ПЕРЕТЕНА

OЯ льнул когда-то к беднякам
Не из возвышенного взгляда,
А потому, что только там
Шла жизнь без помпы и парада.

Хотя я с барством был знаком
И с публикою деликатной,
Я лармоедству был врагом
И другом голи перекатной.

И я старался дружбу свесть
С людьми из трудового званья,
За что и делали мне честь,
Меня считая тоже рванью.

Был осязателен без фраз,
Вещественен, телесен, весок
Уклад подвалов без прикрас
И чердаков без занавесок.

И я испортился с тех пор,
Как времени коснулась порча,
И горе возвели в позор,
Мещан и оптимистов корча.

Всем тем, кому я доверял,
Я с давних пор уже неверен.
Я человека потерял
С тех пор как всеми он потерян.

– Boris Pasternak

Versión de Pablo Anadón (Alta Gracia, 24 de febrero, 2010). (*)

Lágrimas que vierte un alma arrepentida – Pedro Calderón de la Barca.

Calderon de la Barca
Calderón de la Barca: «A quien le daña el saber, / homicida es de sí mismo!»
Lágrimas que vierte un alma arrepentida

Ahora, señor, ahora
que ya este humano edificio
en el polvo de su fin
se reduce a su principio;
ahora que descompuesto
este vital artificio
que un suspiro gobernó,
le va faltando un suspiro;
ahora que a mis alientos
está el número cumplido,
pues sin esperanza de otro,
respiro este que respiro;
ahora que rebelados
mis potencias y sentidos,
son, parciales de mi muerte,
mis mayores enemigos;
ahora que el corazón,
por alegar que él ha sido
quien quiso vivir primero,
morir el postrero quiso;
ahora que al desatarse
esta lazada que hizo
la naturaleza, el alma
está pendiente de un hilo;
ahora que al despedirse
del cuerpo donde ha vivido,
en vez de darle los brazos,
le lucha a brazos partidos;
ahora, en efecto, ahora
que ya el pecho helado y frío,
descompasado el aliento,
los miembros estremecidos,
el pulso desnivelado,
torpe la voz, yerto el brío,
en parasismos se emboza
el último parasismo,
es tiempo, Señor, es tiempo
de conocer los amigos,
pues el amigo mayor
se ve en la mayor peligro.
¡Oh dulce Jesús mío!
No entréis, Señor, con vuestro siervo en juicio.
¡Oh, cuánto el nacer, oh cuánto
al morir es parecido,
pues si nacimos llorando,
llorando también morimos!
Un gemido la primera
salva fue que al mundo hicimos,
y el último vale que
le hacemos, es un gemido.

Entre cuna y ataúd
sola esta distancia ha habido
hacia la tierra o el cielo
arrojarnos o admitirnos.
¡Qué bien en sus confesiones
lo significó Agustino,
cuando a esta proposición
no le averiguó el sentido!
¿Vive el hombre o muere el hombre?

Pues que ninguno ha sabido
si vive o muere, porque
todo se hace de un camino.
¿Qué más ejemplo que yo,
a este letargo rendido,
pues vivo al tiempo que muero
y muero al tiempo que vivo?

Y si al fin para morir
no ha menester más deliquio
ni más crítico accidente
el hombre, que haber nacido,
¡oh felice yo, oh felice
que morir he merecido
en vuestra fe, conociendo
tantos mortales avisos!

Y aunque es preciso el morir,
con lo que os pago os obligo,
pues resignado en vos, hago
voluntario lo preciso. Y así, aunque vivir pudiera
mi vida estando a mi arbitrio,
hoy os hiciera en mi muerte
de mi vida sacrificio.
¡Oh dulce Jesús mío!

No entréis, Señor, con vuestro siervo en juicio.
No justiciero cerréis
a mis voces los oídos,
sino misericordioso
atended al llanto mío.

Justicia y misericordia,
dos atributos son dignos,
que un y otro en vos están
igualados, no excedidos. Pues ¿por qué habéis de mostraros
riguroso y no benigno,
siendo rigor y piedad
en vos, Señor, uno mismo?

El castigo y el perdón
una costa os han tenido:
pues echad antes la mano
al perdón, que no al castigo.
¿Job no dijo que era el hombre
en pecado concebido?

¿Qué maravilla que amase
maldad que nació conmigo?
Mas ¡ay de mi! que también
David a este intento dijo
que siempre contra mí está
mi pecado por testigo.

Yo lo confieso, y confieso
que mis culpas y delitos
son infinitos, por ser
obrados y cometidos
contra un infinito Dios;
confieso que no he podido
satisfacer por mi solo
el número de mis vicios.

Pero por esto, Señor,
de la Iglesia en los archivos
también infinitos son
vuestros méritos divinos.

Ellos por mi satisfagan,
pues mi fiador habéis sido,
y en vuestros méritos pague
lo infinito a lo infinito.
¡Oh dulce Jesús mío!
No entréis, Señor, con vuestro siervo en juicio.
¡Qué dignamente, qué bien
en vuestra piedad confío,
si cuando llego a rogaros
clavado en la cruz os miro!

No me diera confianza
el veros en el impíreo
glorioso más que en la cruz
veros humano y pasivo.

Que esa derramada sangre
que en arroyos fugitivos
tiñe en púrpura la nieve,
deshoja el jazmín el lirios,
a lavar mis culpas corre,
cuyo segundo bautismo
hará que esta piel manchada
venza el candor del armiño.

Y puesto que vos morís
para que yo viva, indigno
será, Señor, que un Dios muerto
no salve un pecador vivo. ¿Indigno dije? ¡Ah Señor!
No supe cómo decirlo,
al verlo en vos intentado
sin verlo en mi conseguido. Mas ¡ay de mi!, que vos siempre
salvarme habéis pretendido;
pero aunque sin mi me hicisteis,
me habéis de salvar conmigo. Salvadme en vuestra virtud;
que yo a vuestros pies resigno
este cuerpo sin acción
y este alma sin albedrío.

Y si es vuestra voluntad
condenarme a los abismos,
para que en mí se ejecute
este espíritu os envío.
Y padeciendo diré,
por los siglos de los siglos:
¡Quién siempre os hubiera amado!
¡Quién no os hubiera ofendido!
¡Oh dulce Jesús mío!
No entréis, Señor, con vuestro siervo en juicio.

Pedro Calderón de la Barca (*). Edición de Evangelina Rodríguez Cuadros (*)

 

Para qué he vivido – Bertrand Russell.

Bertrand Russell
«Los hombres nacen ignorantes, no estúpidos. Se vuelven estúpidos a través de la educación.»

Prólogo a la Autobiografía de Bertrand Russell

«Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por el sufrimiento de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación.

He buscado el amor, primero, porque conduce al éxtasis, un éxtasis tan grande, que a menudo hubiera sacrificado el resto de mi existencia por unas horas de este gozo. Lo he buscado, en segundo lugar, porque alivia la soledad, esa terrible soledad en que una conciencia trémula se asoma al borde del mundo para otear el frío e insondable abismo sin vida. Lo he buscado, finalmente, porque en la unión del amor he visto, en una miniatura mística, la visión anticipada del cielo que han imaginado santos y poetas. Esto era lo que buscaba, y, aunque pudiera parecer demasiado bueno para esta vida humana, esto es lo que -al fin- he hallado.

Con igual pasión he buscado el conocimiento. He deseado entender el corazón de los hombres. He deseado saber por qué brillan las estrellas. Y he tratado de aprehender el poder pitagórico en virtud del cual el número domina al flujo. Algo de esto he logrado, aunque no mucho.

El amor y el conocimiento, en la medida en que ambos eran posibles, me transportaban hacia el cielo. Pero siempre la piedad me hacía volver a la tierra. Resuena en mi corazón el eco de gritos de dolor. Niños hambrientos, víctimas torturadas por opresores, ancianos desvalidos, carga odiosa para sus hijos, y todo un mundo de soledad, pobreza y dolor convierten en una burla lo que debería ser la existencia humana. Deseo ardientemente aliviar el mal, pero no puedo, y yo también sufro.

Ésta ha sido mi vida. La he hallado digna de vivirse, y con gusto volvería a vivirla si se me ofreciese la oportunidad.»

Bertrand Russell, «Autobiografía», 1967. Traductor: Pedro García Puente. Edhasa, 2010  (*)

La concepción de la vida – José Ortega y Gasset.

José Ortega y Gasset (por José Limeses)
«El enamoramiento es un estado de miseria mental en que la vida de nuestra conciencia se estrecha, empobrece y paraliza.»

Pero ahora quisiera antes de concluir dejar un poco más avanzada la definición de «nuestra vida». Hemos visto que es un hallarse ocupándose en esto o lo otro, un hacer. Pero todo hacer es ocuparse en algo para algo. La ocupación que somos ahora radica en y surge por un propósito -en virtud de un para, de lo que vulgarmente se llama una finalidad. Ese para en vista del cual hago ahora esto y en este hacer vivo y soy, lo he decidido yo porque entre las posibilidades que ante mí tenía he creído que ocupar así mi vida sería lo mejor. Cada una de estas palabras es una categoría y como tal su análisis sería inagotable. Resulta según ellas que mi vida actual, la que hago o lo que hago de hecho, la he decidido: es decir, que mi vida antes que simplemente hacer es decidir un hacer -es decir mi vida. Nuestra vida se decide a sí misma, se anticipa. No nos es dada hecha -como la trayectoria de la bala a que aludí el día anterior. Pero consiste en decidirse porque vivir es hallarse en un mundo no hermético, sino que ofrece siempre posibilidades. El mundo vital se compone en cada instante para mí de un poder hacer esto o lo otro, no de un tener que hacer por fuerza esto y solo esto. Por otra parte, esas posibilidades no son ilimitadas -en tal caso no serían posibilidades concretas, sino la pura indeterminación, y en un mundo de absoluta indeterminación, en que todo es igualmente posible, no cabe decidirse por nada. Para que haya decisión tiene que haber a la vez limitación y holgura, determinación relativa. Esto expreso con la categoría «circunstancias». La vida se encuentra siempre en ciertas circunstancias, en una disposición en torno -circum- de las cosas y demás personas. No se vive en un mundo vago, sino que el mundo vital es constitutivamente circunstancia, es este mundo, aquí, ahora. Y circunstancia es algo determinado, cerrado, pero a la vez abierto y con holgura interior, con hueco o concavidad donde moverse, donde decidirse: la circunstancia es un cauce que la vida se va haciendo dentro de una cuenca inexorable. Vivir es vivir aquí, ahora -el aquí y el ahora son rígidos, incanjeables, pero amplios. Toda vida se decide a sí misma constantemente entre varias posibles. Astra inclinant, non trahunt -los astros inducen pero no arrastran. Vida es, a la vez, fatalidad y libertad, es ser libre dentro de una fatalidad dada. Esta fatalidad nos ofrece un repertorio de posibilidades determinado, inexorable, es decir, nos ofrece diferentes destinos. Nosotros aceptamos la fatalidad y en ella nos decidimos por un destino. Vida es destino. Espero que nadie entre los que me escuchan crea necesario advertirme que el determinismo niega la libertad. Si, lo que no creo, me dijese esto, yo le respondería que lo siento por el determinismo y por él. El determinismo, en el mejor caso es, más exactamente, era una teoría sobre la realidad del Universo. Aunque fuese cierta no era más que una teoría, una interpretación, una tesis conscientemente problemática que era preciso probar. Por lo tanto, aunque yo fuese determinista no podría dejar que esa teoría ejerciese efectos retroactivos sobre la realidad primaria e indubitable que ahora describimos. Por muy determinista que sea el determinista, su vivir como tal es relativamente indeterminado y él se decidió en un cierto momento entre el determinismo y el indeterminismo. Traer, pues, en este plano esa cuestión equivaldría a no saber bien lo que es el determinismo ni lo que es el análisis de la realidad primordial, antes de toda teoría. Ni se eche de menos que al decir yo: la vida es, a la par, fatalidad y libertad, es posibilidad limitada pero posibilidad, por tanto, abierta, no se eche de menos que razone esto que digo. No solo no puedo razonarlo, es decir, probarlo, sino que no tengo que razonarlo -más aún, tengo que huir concienzudamente de todo razonar y limitarme pulcramente a expresar en conceptos, a describir la realidad originaria que ante mí tengo y que es supuesto de toda teoría, de todo razonar y de todo probar. (Descripción de este teatro.) A prevenir tristes observaciones, como esta que no quiero suponer en ustedes, venía la advertencia demasiado elemental que al principio hice. Y ahora -entre paréntesis- me permito hacer notar que la teoría determinista, así, sin más -hoy no existe ni en filosofía ni en física. Para apoyarme al paso en algo, a la vez, sólido y breve, oigase lo que dice uno de los mayores físicos actuales -el sucesor y ampliador de Einstein, Hermann, Weyl- en un libro sobre lógica de la física publicado hace dos años y medio: «De todo lo dicho se desprende cuán lejos está hoy la física -con su contenido por mitad de leyes y de estadísticas – en posición para aventurarse a hacer la defensa del determinismo.» Una de las mecánicas del hermetismo mental a las cuales aludía consiste en que al oír algo y ocurrírsenos una objeción muy elemental no pensamos que también se le habrá ocurrido al que habla o escribe y que verosímilmente somos nosotros quienes no hemos entendido lo que él dice. Si no pensamos esto quedaremos indefectiblemente por debajo de la persona que oímos o del libro que leemos. Es, pues, vida esa paradójica realidad que consiste en decidir lo que vamos a ser -por tanto, en ser lo que aún no somos, en empezar por ser futuro. Al contrario que el ser cósmico, el viviente comienza por lo de luego, por después. Esto sería imposible si el tiempo fuese originariamente el tiempo cósmico.

[El tiempo cósmico solamente es el presente, porque el futuro todavía no es y el pasado ya no es. ¿Cómo, entonces, pasado y futuro siguen siendo parte del tiempo? Por esto es tan difícil el concepto del tiempo, que ha puesto en aprieto a los filósofos.

«Nuestra vida» está alojada, anclada en el instante presente. Pero ¿qué es mi vida en este instante? No es decir lo que estoy diciendo; lo que vivo en este instante no es mover los labios; eso es mecánico, está fuera de mi vida, pertenece al ser cósmico. Es, por el contrario, estar yo pensando lo que voy a decir; en este instante me estoy anticipando, me proyecto en un futuro. Pero para decirlo necesito emplear ciertos medios -palabras- y esto me lo proporciona mi pasado. Mi futuro, pues, me hace descubrir mi pasado para realizarse. El pasado es ahora real porque lo revivo, y cuando encuentro en mi pasado los medios para realizar mi futuro es, cuando descubro mi presente. Y todo esto acontece en un instante; en cada instante la vida se dilata en las tres dimensiones del tiempo real interior. El futuro me rebota hacia el pasado, este hacia el presente, de aquí voy otra vez al futuro, que me arroja al pasado, y este a otro presente, en un eterno girar.

Estamos anclados en el presente cósmico, que es como el suelo que pisan nuestros pies, mientras el cuerpo y la cabeza se tienden hacia el porvenir. Tenía razón el cardenal Cusano cuando allá, en la madrugada del Renacimiento, decía: Ita nunc sive praesens complicat tempus. El ahora o presente incluye todo tiempo: el ya, el antes y el después.]

Vivimos en el presente, en el punto actual, pero no existe primariamente para nosotros, sino que desde él, como desde un suelo, vivimos así el inmediato futuro.

Reparen ustedes que de todos los puntos de la tierra el único que no podemos percibir directamente es aquel que en cada caso tenemos bajo nuestros pies.

Antes que veamos lo que nos rodea somos ya un haz original de apetitos, de afanes y de ilusiones. Venimos al mundo, desde luego, dotados de un sistema de preferencias y desdenes, más o menos coincidentes con el prójimo, que cada cual lleva dentro de sí armado y pronto a disparar en pro o en contra de cada cosa como una batería de simpatías y repulsiones. El corazón, máquina incansable de preferir y desdeñar, es el soporte de nuestra personalidad.

No se diga, pues, que es lo primero la impresión. Nada importa más para renovar la idea de lo que es el hombre como rectificar la perspectiva tradicional según la cual, si deseamos una cosa, es porque antes la hemos visto. Esto parece evidente y, sin embargo, es en gran parte un error. El que desea la riqueza material no ha esperado para desearla ver el oro, sino que, desde luego, la buscará dondequiera que se halle, atendiendo al lado de negocio que cada situación lleva en sí. En cambio, el temperamento artista, el hombre de preferencias estéticas atravesará esas mismas situaciones ciego para su lado económico y prestará atención, o mejor dicho, buscará por anticipado lo que en ellas resida de gracia y de belleza. Hay, pues, que invertir la creencia tradicional. No deseamos una cosa porque la hayamos visto antes, sino al revés: porque ya en nuestro fondo preferíamos aquel género de cosas, las vamos buscando con nuestros sentidos por el mundo. De los ruidos que en cada instante llegan a nosotros y materialmente podríamos oír, solo oímos, en efecto, aquellos a que atendemos; es decir, aquellos que favorecemos con el subrayado de nuestra atención, y como no se puede atender una cosa sin desatender otras, al escuchar un son que nos interesa desoímos enérgicamente todos los demás. Todo ver es un mirar, todo oír es a la postre un escuchar, todo vivir un incesante, original preferir y desdeñar. (…)

José Ortega y Gasset. (Obras completas, ¿Qué es filosofía?, Lección XI, Revista de Occidente y Alianza Editorial, 1983)

Poemas y Diarios de Alejandra Pizarnik.

Alejandra Pizarnik2
«Siento envidia del lector aún no nacido que leerá mis poemas. Yo ya no estaré…»

“…no
las palabras
no hacen el amor
hacen la ausencia
si digo agua ¿beberé?
si digo pan ¿comeré?
en esta noche en este mundo
extraordinario silencio el de esta noche
lo que pasa con el alma es que no se ve
lo que pasa con la mente es que no se ve
lo que pasa con el espíritu es que no se ve
¿de dónde viene esta conspiración de invisibilidades?
ninguna palabra es visible…”

“Yo no sé de pájaros
no conozco la historia del fuego
pero creo que mi soledad debería tener alas”
“…Pero hace tanta soledad

que las palabras se suicidan”.

“Y si leo, si compro libros y los devoro, no es por un placer intelectual -yo no tengo placeres, sólo tengo hambre y sed- ni por un deseo de conocimientos sino por una astucia inconsciente que recién ahora descubro: coleccionar palabras, prenderlas en mí como si ellas fueran harapos y yo un clavo, dejarlas en mi inconsciente, como quien no quiere la cosa, y despertar, en la mañana espantosa, para encontrar a mi lado un poema ya hecho.”

“Simplemente no soy de este mundo. Yo habito con frenesí la luna. No tengo miedo de morir; tengo miedo de esta tierra ajena, agresiva.  No puedo pensar en cosas concretas; no me interesan. Yo no sé hablar como todos. Mis palabras son extrañas y vienen de lejos, de donde no es, de los encuentros con nadie…”

“La poesía es el lugar donde todo sucede. A semejanza del amor, del humor, del suicidio y de todo acto profundamente subversivo, la poesía se desentiende de lo que no es su libertad o su verdad.”

“…no dejes de decirle que el mero hecho de que él, Julio, exista en este mundo, es una razón para no tirarse por la ventana.” (Carta de Pizarnik a una amiga refiriéndose a Julio Cortázar, con quien mantuvo una estrecha… ¿amistad?)

“Necesitas límites mentales. Necesitas no esperar. Necesitas no esperar nada de los demás. Necesitas no traficar con tu dolor. Necesitas orgullo y soledad. Necesitas orden. Necesitas poesía.”

“hay que llorar hasta romperse (…)
gritar tanto para cubrir los agujeros de la ausencia (…)”

“A veces también se me acaban las sonrisas para ti, a veces también se me acaban las ganas de escribirte. Pero te quiero, ojalá lo entiendas, siempre te quiero, pero a veces mis abrazos no tienen calor y mi boca no sabe que decir… Pero te quiero, siempre te quiero, cuando no te convengo, cuando no me soportas, cuando te odio, te quiero.”

“Haz que no muera sin volver a verte.”

“Y yo me cubro, yo me envuelvo, me mezo en mi nostalgia preferida, me abrazo a la almohada y lloro, me avergüenzo de mi edad y no comprendo por qué, tan de repente, ya no soy una niña.”

“Sonríe, pero está muerto, y cuando alguien está muerto,
muerto está por más que sonría.”

“Palabras, palabras… El amor es otra cosa. Y no me importa que maltraten el mío ni que lo castiguen con la indiferencia más extrema. Yo sé que es real, yo sé que existe y me duele más que mi vida (…)”

“Y yo pensé que tal vez la poesía sirve para esto, para que en una noche lluviosa y helada alguien vea escrito en unas líneas su confusión inenarrable y su dolor.”

“Entre otras cosas, escribo para que no suceda lo que temo; para que lo que me hiere no sea; para alejar al malo. Se ha dicho que el poeta es el gran terapeuta. En este sentido, el quehacer poético implicaría exorcizar, conjurar y, además, reparar. Escribir un poema es reparar la herida fundamental, la desgarradura. Porque todos estamos heridos ¨

“Si leo, si compro libros y los devoro, no es por un placer intelectual (yo no tengo placeres, sólo tengo hambre y sed) ni por un deseo de conocimientos, sino por una astucia inconsciente que recién ahora descubro: coleccionar palabras, prenderlas en mí como si fueran harapos y yo un clavo, dejarlas en mi inconsciente, como quién no quiere la cosa, y despertar en la mañana espantosa, para encontrar a mi lado un poema ya hecho.”

“Haceme un lugarcito en vos, no te molestaré.”

“Escríbame, dijo, escríbame de usted. Escríbele hasta que te enredes en los hilos del lenguaje y caigas herida de muerte.”

“Estuve pensando que nadie me piensa. Que estoy absolutamente sola. Que nadie, nadie siente mi rostro dentro de sí ni mi nombre correr por su sangre. Nadie actúa invocándome, nadie construye su vida incluyéndome. He pensado tanto en estas cosas. He pensado que puedo morir en cualquier instante y nadie amenazará a la muerte, nadie la injuriará por haberme arrastrado, nadie velará por mi nombre. He pensado en mi soledad absoluta, en mí destierro de toda conciencia que no sea la mía. He pensado que estoy sola y que me sustento sólo en mí para sobrellevar mi vida y mi muerte. Pensar que ningún ser me necesita, que ninguno me requiere para completar su vida.”

“A nuestra edad sabemos que nada es para siempre. Nos enamoramos pero sabemos que no será pasa siempre. Por eso nos arriesgamos, por eso nos entregamos hasta quedarnos vacíos.”
“Qué fácil callar, ser serena y objetiva con los seres que no me interesan verdaderamente, a cuyo amor o amistad no aspiro. Soy entonces calma, cautelosa, perfecta dueña de mí misma. Pero con los poquísimos seres que me interesan… Allí está la cuestión absurda: soy una convulsión.”

“No te llamo, no te pido. Me doy, te soy. Tú no me tomas, no me necesitas, no hay ganas de mí en tu mirada. Te veo, te creo, te recreo, mi solo amor, mi idiotez, mi desamparo. ¿Qué me hiciste para que yo me enrostre este amor estúpido? Piedad por ti. Cuando te vea lloraré, recordando lo que tuviste que padecer en mi memoria.”

“Abandono de todo plan literario. Las palabras son más terribles de lo que me sospechaba. Mi necesidad de ternura es una larga caravana, sé que escribo bien y esto es todo. Pero no me sirve para que me quieran”

“Aunque te esperaba no te esperé. Era como si me esperara a mí. Pero yo no llegué. Ni tú tampoco.”

“Quiero estudiar, quiero aprender, quiero escribir. Tengo veintidós años. No sé nada. Nada fundamental. No sé lo que debería haber aprendido hace muchos años. Nadie me enseñó nada. Sé, en cambio, lo que debería saber mucho después. De allí que me sienta anciana y niña al mismo tiempo.”

“La verdad: trabajar para vivir es más idiota que vivir. Me pregunto quién inventó la expresión “ganarse la vida” como sinónimo de “trabajar”. En dónde está ese idiota.”

“Había que escribir sin para qué, sin para quién”

“Soy tu silencio, tu tragedia, tu veladora. Puesto que sólo soy noche, puesto que toda noche de mi vida es tuya.”

“Escribo como siempre, por lo de siempre: me estoy ahogando.”

“Buscar: no es un verbo sino un vértigo.”

“Mi esperanza más antigua es ésta (infantil, increíble): un encuentro con alguien que me haga sentir que vive, que somos dos, sin que tengamos que recurrir a la mediación del lenguaje oral.”

“Simplemente no soy de este mundo… Yo habito con frenesí la luna. No tengo miedo de morir; tengo miedo de esta tierra ajena, agresiva… No puedo pensar en cosas concretas; no me interesan. Yo no sé hablar como todos. Mis palabras son extrañas y vienen de lejos, de donde no es, de los encuentros con nadie… ¿Qué haré cuando me sumerja en mis fantásticos sueños y no pueda ascender? Porque alguna vez va a tener que suceder. Me iré y no sabré volver. Es más, no sabré siquiera que hay un “saber volver”. No lo querré acaso.”

“Escribes poemas
porque necesitas
un lugar
en donde sea lo que no es”

“Nada más idiota que la experiencia del tiempo a través de los relojes y no obstante aquí estoy: temiendo que se me haga tarde.”

“Si pudiera tomar nota de mí misma todos los días sería una manera de no perderme, de enlazarme, Porque es indudable que me huyo, no me escucho, me odio y si pudiera divorciarme de mí no lo dudaría y me iría.”

“Ya es bastante que viva, que no robe ni mate ni ejerza la prostitución. En vez de ello leo poemas y estoy angustiada.”

“Todo mi ser aspira a una sola cosa: encontrar a quien yo sé, no en el sueño sino en el lugar de los cuerpos tangibles.”

“Creo que la melancolía es, en suma, un problema musical: una disonancia, un ritmo trastornado. Mientras afuera todo sucede con un ritmo vertiginoso de cascada, adentro hay una lentitud exhausta de gota de agua cayendo de tanto en tanto.”

“Cierra las puertas de tu rostro para que no digan luego que aquella mujer enamorada fuiste tú…”

“La rebelión consiste en mirar una rosa hasta pulverizarse los ojos.”

“Tengo que dejar el psicoanálisis. Tengo que reconocer, de una vez por todas, que en mí no hay qué curar. Y que mi angustia, y mi delirio, no tienen relación con esta terapéutica, sino con algo más profundo y más universal. Mi terror a la soledad.”

“Necesitas límites mentales. Necesitas no esperar. Necesitas no esperar nada de los demás. Necesitas no traficar con tu dolor. Necesitas orgullo y soledad. Necesitas orden. Necesitas poesía.”

“Yo no sé de pájaros,
no conozco la historia del fuego.
Pero creo que mi soledad debería tener alas.”

“Mi sangre, mi sexo, mi sagrada manía de creerme yo, mi porvenir inmutable, mi pasado que viene, mi atrio donde muero cada noche. Oh ven, nada ni nadie lo sabrá nunca. Aun cuando yo no lo quiera ven. Aun cuando yo te odio y te abandone, ven y tómame a la fuerza.”

“Sólo tú haces de mi memoria
una viajera fascinada,
un fuego incesante.”

“Algo que no puedo nunca hacer es leer de una sola vez un libro de poemas. Un solo poema o dos y ya siento que no puedo más de tanta verdad dolorosa.”

“Imposible la plena comunicación humana. Los otros, siempre nos aceptan mutilados, jamás con la totalidad de nuestros vicios y virtudes…”

“Odio. Odio. Yo odio y quisiera que todos muriesen, salvo la vieja repugnante mendiga de ayer que dormía en el metro abrazada a una gran muñeca. (Así voy a terminar yo pero será la muñeca la que dormirá conmigo en sus brazos.)

Y no obstante, qué maravilla terrible y horrible es el ser humano; qué hay de móvil y fluyente en el espíritu, que no deja que un estado se detenga, que no deja que un estado onírico se eternice o persista. Por eso, tal vez la atracción de los personajes literarios, seres absolutos, es decir, que llevan el amor o el odio detenidos en ellos. (Así fui yo cuatro años, así me viví cuatro años.) Cuatro años en los que me imaginé y me soñé, en que me vivía como otra. Una sola cosa: La Enamorada.”

“Cúrame del vacío —dije.”

“¿Por qué cuento las horas si son todas iguales, todas hechas de tu rostro increíble a pesar de saber que no hay nadie en mi habitación? Las horas de mi silencio, las horas de mi espera. ¿Cuánto falta para verte unos minutos? ¿Cuántos centenares de horas para hablarte unos minutos? Y ni siquiera esos minutos me aseguran nada. A veces, estás con otra gente, a veces mi enorme emoción no me deja mirarte y es como si no hubiera ido a verte”

“Y he sufrido con las palabras de hierro, con las palabras de madera, con las palabras de una materia excepcionalmente dura e imposible. Con mis ojos lúbricos he pulsado las distancias para que mi boca y las palabras se unieran furiosamente.”

“Cuando me miras
mis ojos son llaves,
el muro tiene secretos,
mi temor palabras, poemas.
Sólo tú haces de mi memoria
una viajera fascinada,
un fuego incesante.”

“Y cuando es de noche, siempre, una tribu de palabras mutiladas busca asilo en mi garganta, para que no canten ellos, los funestos, los dueños del silencio.”

“Tú eliges el lugar de la herida en donde hablamos nuestro silencio. Tú haces de mi vida
esta ceremonia demasiado pura.”

“Me duele funestamente el corazón. Tanta soledad tanto deseo. Y la familia rondándome, pesándome con su horrible carga de problemas cotidianos. Pero no los veo. Es como si no existieran. Siento, cuando se me acercan, una aproximación de sombras fastidiosas. En verdad, casi todos los seres me fastidian. Quiero llorar. Lo hago. Lloro porque no hay seres mágicos. Mi ser no tiembla ante ningún nombre ni ninguna mirada. Todo es posible y sin sentido.”

“De esto moriré, de espera oxidada, de polvo aguardador. Y cuando lleve un gran tiempo muerta, sé que mis huesos aún estarán erguidos, esperando.”

“Es como si tuviera un desierto detrás de mi pecho, es como si me hubiera tragado una loca incendiada que corre por mi sangre dando alaridos, es como si fuera una fuga. Yo no quiero ser una fuga, yo no quiero que me pongan agujas en la sangre. Quiero vivir y ser yo. (¿No estaré luchando con la locura?)”

“Entonces… ¿qué? Entonces… estar y esperar. ¡Esperar a que todo venga espontáneamente! ¡No! Lo único que ha de venir espontáneamente es la muerte. ¡Al diablo!”

“Llega un día en que la poesía se hace sin lenguaje, día en que se convocan los grandes y pequeños deseos diseminados en los versos, reunidos de súbito en dos ojos, los mismos que tanto alababa en la frenética ausencia de la página en blanco.”